Una de las cosas que siempre me ha generado mucha perplejidad al leer o estudiar a diferentes autoras y autores, ya sea de filosofía o literatura, es la cuestión de quién y cómo se hace cargo de la obra escrita de una persona cuando ésta fallece; más concretamente, de la obra que todavía no ha sido publicada y que se ha quedado aguardando en el cajón de un escritorio.
Los ejemplos, tanto en filosofía como en literatura abundan. Uno muy clásico dentro de la historia de la filosofía es el de la hermana de Nietzsche, Elisabeth Förster-Nietzsche, nazi à la lettre, quien al morir su hermano se hizo cargo de editar sus escritos póstumos (canónicamente se la culpa de sesgar tal selección póstuma para favorecer una interpretación explícitamente fascista de su proyecto filosófico). Otro ejemplo clásico es el de Martin Heidegger, cuya obra póstuma todavía a día de hoy se sigue publicando en el marco de la denominada 'Gesamtausgabe' (así llaman al proyecto de sus escritos completos), administrada por familiares directos y personas cercanas (su hijo ya fallecido y su sobrina han sido algunos de ellos). Sus 'Cuadernos negros' fueron publicados en 2014 y provocaron ríos de tinta por cómo demostraban (o dejaban de demostrar) la filiación política y espiritual, de nuevo, nacionalsocialista del filósofo alemán. Lo curioso de esto es que Heidegger, antes de su muerte, pidió explícitamente que estos cuadernos permanecieran sellados y en estricta confidencialidad hasta que el resto de su obra póstuma no fuera publicada. No lo respetaron y los publicaron antes de tiempo (las causas de ello son motivo de especulación y debate).
Hoy me he enterado de que una de las grandes obras de M. Weber, 'Economía y sociedad', fue publicada póstumamente por su mujer, Marianne Schnitger, socióloga e historiadora. Muy particular es, también, la forma en que el filósofo J. S. Mill escribe en una de sus obras una dedicatoria (preciosa) a su esposa recién fallecida, reconociendo su influencia intelectual y afirmando que todo lo que ha escrito en muchos años es "tanto suyo como mío".
En literatura hay otros tantos casos. El de Sylvia Plath quizá sea uno de los más polémicos: tras su prematura muerte, fue su marido y también poeta, Ted Hughes, el que se encargó de editar y publicar tanto sus poemas como sus diarios. Fue él el que seleccionó detenidamente los poemas que debían aparecer en las colecciones así como los diarios que debían publicarse: dos de esos diarios Hughes los mantuvo sellados hasta poco antes de su muerte, y uno de ellos, el que abarcaba los días anteriores al suicidio de Plath, lo destruyó.
Creo que poner tantos ejemplos sirve para explicar lo que me fascina: cuidar a una persona es un ejercicio que continúa después de su muerte. Para mí no es una cuestión meramente actitudinal o ritualística ("respetemos/honremos su memoria"), mucho menos una cuestión de cuidar su legado en términos empresariales, económicos o laborales. Se trata, por un lado, de una cuestión material: qué hago con estos trozos de papel escritos, con estos poemas o cartas, con estos dibujos, todos ellos trocitos de su historia que ha decidido custodiar en mí. Por otro lado, se trata de una cuestión —perdonadme el palabrucho— epistémica: esta persona ha construido una serie de ideas, valores y símbolos que, de suyo, la han hecho ser la persona particular que es, y ella ha considerado que soy el responsable de cuidarlos y continuarlos.
No se trata de pensarnos importantes (en términos públicos), porque seguramente ninguno tengamos la atención de la historia que tienen una S. Plath o un M. Heidegger. Pero, sin embargo, sí pienso que todos deseamos que alguien "se haga cargo de nuestra historia" cuando nosotros ya no estemos, y que ello da sentido a nuestro proyecto personal (que no tiene por qué ser necesariamente un libro de poemas o un sistema filosófico). En ese sentido: qué hago con tus notas y cuadernos, con tus libros anotados, con tus fotos guardadas. Qué hago con tus dichos, con tus expresiones, con tus secretos bien guardados. Por otro lado: ¿no es acaso uno de los actos más bonitos de amor y afecto el que alguien te ceda todo eso, el que te piense como una de las personas que se "encargará de su historia" cuando él o ella ya no esté?
Hablo de "cuidar", y no de honrar o venerar, precisamente porque me gusta pensarlo desde la responsabilidad: el uso deliberado por Elisabeth Nietzsche de la obra póstuma de su hermano no es lo mismo que la honestidad con la que Mill menciona el efecto y pertinencia particulares que tiene en su obra el pensamiento de su esposa recién fallecida. Pensarlo desde la responsabilidad implica, además, que este trabajo de cuidado se hace continuadamente en vida, y por eso quizá el ejemplo de Mill me resulta el mejor: hay algo particularmente lindo cuando no me he encontrado con algo "por derecho", como quizá le pasara al hijo de Heidegger (por más que éste tuviera una motivación excepcional por cuidar, y "lavar", la imagen de su padre), sino que más bien se trata de algo que he construido con otra persona y en lo que de alguna manera u otra yo he estado implicado a lo largo del tiempo. Cuidar la memoria en muerte de alguien es un acto un poco cojo si no se ha cuidado antes su memoria en vida.
¿Tenemos claro a quién le daríamos esa responsabilidad, a quién le cederíamos todo eso? Algunos piensan que muchos filósofos y filósofas se hubieran entendido mejor si se hubieran encargado póstumamente otros de sus obras. Algunas personas piensan que Ted Hughes no hizo una gestión honesta de la obra de su mujer. Yo tengo la suerte de pensar que la única persona —o dos— a la que actualmente le cedería todo lo que he escrito no solo entendería sino que también trataría con amor y respeto cada material —cada idea—. Pero me parece un aspecto que deberíamos traer y tratar activamente en nuestras relaciones presentes. No es necesario imaginar un escenario catastrófico de muerte, simplemente basta en reparar en un tipo de cuidado que va más allá del cuerpo (aunque, a su vez, implica y atraviesa a éste): los sentidos, conceptos e historias con los que navegan las personas que queremos.
¿Se os ocurre algún otro ejemplo, además de los que he puesto al principio, ya sea de la filosofía, la literatura o la ciencia, de "cuidado de legado"?